Ella sonría.

Sentí la piel de sus labios rozar mi sexo.

Se estremeció mi cuerpo, saltaron mis gemidos;

ella acariciaba con sabor a cielo.


No hubo espacio en mi sin estremecerse,

su boca me amo como brisa suave en pleno verano.

Su mirada recorría mi placer, 

sus manos se entrelazaron a las mías,

ella sonría.


Ella, también, se llenó de placer,

le excitaba sentir mi cuerpo entregado,

le quemaba el deseo de entregarme su pecado.


Fue la noche corta, fueron nuestras ganas eternas,

no hubo espacio sin ser amado,

no hubo pecado, sin ser probado.

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